El plan del Evangelio de Juan es realmente maravilloso. La distribución es excelente. Vemos al Verbo en su gloria antes de la encarnación, de modo que podemos valorar su amor condescendiente al venir a la tierra para salvar a los pecadores. En su ministerio terrenal se va revelando a círculos cada vez más amplios, pero es rechazado tanto en Judea como en Galilea. Sin embargo, no destruye de inmediato a los que lo han rechazado, sino que más bien hace un tierno llamamiento a los pecadores, a fin de que lo acepten por fe. Entre tanto la oposición se va haciendo más activa y la resistencia más dura. Con dos obras poderosas se manifiesta claramente como el Mesías. Pero mientras los griegos lo buscan, los judíos, que han visto pruebas tan evidentes de su naturaleza, amor y poder, lo repudian. Se vuelve, pues, a su círculo íntimo, los instruye tiernamente en el Aposento Alto, y poco antes de su sufrimiento final y muerte los encomienda al cuidado del Padre. En su misma muerte vence al mundo y por medio de su resurrección revela el significado de la cruz.
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Al explorar en el Evangelio de Juan el ministerio público de Jesús, su ministerio con los discípulos y su pasión y resurrección, encontramos el conocimiento de la vida eterna. Una vida más allá de lo ordinario nos brinda un conocimiento más amplio de la vida y el ministerio de Jesús y el lugar que usted ocupa en el mismo.